miércoles, 28 de enero de 2015

Érase una vez un espacio en blanco

¡Hey, hey, hey! ¿Qué tal leváis la semana? Yo mañana por la mañana tengo un examen de literatura y, como suele pasarme, he decidido que es el momento más indicado para ponerme a subir una nueva entrada. Os traigo otro relato que presenté a un concurso hace unas semanas en el cual no tuvo mucha suerte. Pero miremos el lado positivo, ahora ya puedo compartirlo aquí :D De modo que os dejo leyendo. ¡Besos y feliz miércoles!

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ÉRASE UNA VEZ UN ESPACIO EN BLANCO





Érase una vez un espacio en blanco.

Érase una vez un ente olvidado y sin nombre, que perdido se encontraba en la inmensidad de la nada. Una mañana se despertó y al contemplar la vasta extensión de vacío, más por aburrimiento que por necesidad, decidió crear un nuevo mundo. Para comenzar creyó que debía elegir un nombre para sí mismo, pues debía conocerse la identidad del creador, de modo que se llamó a sí mismo El Escritor. Después dirigió una mirada ávida al espacio en blanco que sobre él se cernía.

Tras el esfuerzo de decidir por donde empezar, comenzó inseguro con las insulsas pinceladas azul celeste de su cielo, seguidas por la pradera de verde hierba, que se extendía hasta donde su vista alcanzaba. No satisfecho del todo, colocó una cordillera de altas montañas en el horizonte y un bosque al este de la explanada. Tras otra mirada crítica, decidió que algo más faltaba allí. Primero repasó el contorno del astro rey, dio lugar a las inquietantes sombras entre la foresta y la pobló de  cada tipo de animal que por su mente cruzó, ya fuera real o no lo fuera. Moldeó a su gusto la fauna y la flora que allí moraban, dotándolos de color y dimensión. Después, casi como algo natural, vino el océano del oeste y con él la ciudad, cuyas lindes amenazaban con sucumbir al agua. Fue más tarde cuando el escritor se percató de que en su villa reinaba en más absoluto de los silencios. Así pues la pobló de gente alta y baja, amable y huraña, de todas las edades y características. Puso especial cuidado en uno de todos aquellos habitantes. Era un joven de no más de 18 años, con el pelo castaño y los ojos  de un azul brillante. Le dotó de conciencia y le volvió astuto e inteligente. Le  construyó una casa y le dio una familia: Un padre, una madre y un hermano pequeño con sus mismos ojos. Pasado un tiempo, el Escritor pensó que aquel muchacho merecía un nombre, así que se lo dio.

Mientras el chico vivía en la ciudad a orillas del mar, la extensión de tierra crecía tras las montañas y más allá de los bosques. El tormento que al principio había nublado los pensamientos del Escritor se había esfumado. Ahora era fácil e incluso placentero el hecho de dibujar las extensiones de aquel lugar insólito. No tardaron en formarse ríos, valles y llanuras. Acantilados, desiertos e incluso otras ciudades con sus respectivos moradores. La tierra se dividió en islas y continentes cada vez de mayor tamaño y complejidad hasta que la ciudad del oeste y los bosques del este pasaron a ser poco más que un destello en la gran inmensidad. Y así la vida se sucedió tranquila durante un tiempo, mientras el ocioso escritor lo contemplaba todo con orgullo desde su sillón en las alturas.

Aun sintiéndose conforme con su creación, el hombre no pudo evitar pensar que aquel mundo había caído en la rutina, por lo que tomó una decisión. La creó a partir del fuego de un volcán lejano. Hizo sus cabellos rubios y sus ojos verdes como la esmeralda. También a ella le dio un nombre y la llamó princesa. Al igual que el chico que habitaba en la ciudad, era joven. Mas por el contrario utilizaba su ingenio para sembrar el temor allí por donde pasaba. En el reino de las montañas, donde ella gobernaba, predominaban el dolor y la desgracia. Dijo el escritor. Y en las calles se escondían las mismas sombras del bosque del este.

Una buena tarde el hombre bosquejó una torre tan alta como la luna, desde la cual se podía vislumbrar cada rincón del mundo. Llevó hasta allí a la princesa de las tierras lejanas y la hizo subir peldaño por peldaño, como a una simple marioneta. Ella miró en la lejanía y cuando sus ojos se posaron en la ciudad del mar, fue un instante lo que tardó en encapricharse de ella.

La princesa quiso que aquel reino fuese suyo. De modo que, no habiendo conocido el amor ni la compasión, envió a cada una de sus criaturas hasta los límites de la ciudad con la intención de que la conquistaran para ella. El Escritor así lo dispuso, y las consecuencias no tardaron en hacerse ver y oír.

El pánico reinó entre las calles. Algunos se escondieron en los sótanos, con miedo a perder sus vidas, y otros decidieron alzarse contra los dominios de la princesa. Muy a pesar del Escritor, la guerra se llevó la vida de la madre del joven y de algún que otro habitante del pueblo. Pues bien es sabido que en toda guerra hay muerte y sacrificio.

El joven de los ojos azules, dotado por el Escritor de valor, decidió hacer algo para detener a la princesa. Viajó por todo el mundo y vivió su propia aventura. Atravesó el bosque del este, al que todos los viajeros rehuían. Siguió el curso del río hasta llegar a las montañas y burló, no sin esfuerzo, la muralla que bordeaba el límite de los dominios de la princesa. La chica se encontraba en lo alto de torre, observando con serenidad el trabajo de sus súbditos.

El chico de los ojos azules la buscó por todo el reino, hasta dar finalmente con ella. Cuando lo hizo intentó explicarle el problema que su hogar sufría por su culpa. Pero ella, cegada por la ambición, no dudó en encararse contra él. Le retuvo en su castillo y no le dejó marchar. Prometió que jamás volvería a ver la luz del sol.

Pero de algún modo u otro, pasaron los días, las semanas y los meses. E inevitablemente la princesa se enamoró de él. Solo entonces se dio cuenta de que podría haber otra forma de hacer las cosas. Otra forma de vivir. De modo que ordenó a sus criaturas que regresaran al bosque y con suma tristeza dejó ir al joven de los ojos azules, quien regresó a su casa sin saber qué pensar. Poco después la batalla acabó y la prosperidad reinó de nuevo en aquel mundo. El tiempo borró las heridas de sus pérdidas hasta que, finalmente, cayó de nuevo en la rutina.

En la ciudad, los niños jugaban cantando cada día las mismas canciones. El mar seguía amenazando con tragarse aquella ciudad y el padre del chico seguía siendo afable y risueño. La princesa se subía cada noche a lo alto de su torre y observaba la ciudad con ojos anhelantes y en ocasiones llenos de lágrimas. Los pájaros volaban, los peces nadaban, las nubes descargaban su lluvia de vez en cuando y el sol se escondía cada noche para dar paso a la luna. La gran historia de aquel lugar ya se había convertido en otra historia más, presa del pasado y el olvido.

El Escritor se sentó de nuevo y contempló, exhausto, el perfecto resultado de su Historia. Mas aquella tranquilidad no duro tanto como él esperaba, pues un día lo inevitable ocurrió. El hombre cerró los ojos inconscientemente y la vida se transformó poco a poco en silencio.

Las montañas se plegaron sobre si mismas y los árboles comenzaron a decrecer, arrugados e inservibles. Sus hojas se desperdigaron por el suelo como un manto de sangre color parda. Las criaturas del reino y los habitantes de la ciudad del mar se evaporaron, reducidos al pasado de un lugar ya inalcanzable. El agua se tragó la tierra, y seguidamente el ardor del sol hizo que se evaporara el mar. Cuando ya solo quedaban el sol y el cielo, comenzó a hacerse la oscuridad. La estrella única destelló antes de apagarse para siempre. Frágil y bella, como un último aliento.

El Escritor abrió los ojos, temeroso de encontrarse solo de nuevo en aquel vacío, pues tan grande habían resultado ser su regocijo ante el fruto de su esfuerzo, que apenas podía soportar la idea de dejarlo atrás.

Y tal fue el desconsuelo al abrir los ojos y ver su mundo tan espectacularmente destruido, que decidió volver a empezar. Y así lo hizo.

Incontables lugares se sucedieron sobre aquel espacio en blanco, al que El Escritor había empezado a llamar Mente. Crecían hasta donde alcanzaba la vista para más tarde perecer en su fin colosal. Todos se llevaban un pequeño trozo del alma del Escritor, y a cambio el Escritor siempre guardaba en su interior un fragmento de cada uno de ellos. La imagen del joven de ojos azules y de la ciudad del mar, moraban intactos en lo más profundo de sus recuerdos.

Así se sucedieron los años. Y el espacio en blanco al que en un principio aquel hombre había temido y odiado, se convirtió en el lienzo de su propia realidad. La nada se llenó de posibilidades. La oscuridad se convirtió en luz, y en ocasiones la canción del silencio le susurraba antes de dormir, ideas para la creación de su siguiente obra.

Y de este modo, el Escritor jamás volvió a estar solo.

7 comentarios:

  1. Dios mío Alba!!!! ¿Como no pudiste ganar? ¿Contra qué clase de monstruos competías? Ha sido genial, desde que he leído "se llamó a sí mismo El Escritor" he tenido una sonrisa en la cara. Me siento tan identificada con esto que... que te adoro. Has puesto en palabras esto tan maravilloso que sentimos todos al crear algo nuevo, y lo has hecho de forma perfecta.
    Repito que no entiendo cómo no pudiste tener éxito en el concurso. Pero por otra parte, me alegro, porque si no no lo podría haber leído (lo siento, es un poco egoísta, lo sé. Perdona)
    Yo también he tenido hoy examen de literatura!! Espero que te haya ido bien, yo no estoy muy contenta >.<
    Un beso enorme y, una vez más, un relato perfecto. No dejas de sorprenderme.

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    1. Pueees competía contra los monstruos de los institutos privados :( JAJAJJA.

      Me alegro muchísimo de que te haya gustado, la verdad es que eso era exactamente lo que quería transmitir en el relato. (Hasta ahora poca gente lo había entendido, será porque no son escritores jejé)

      Bueno, supongo que otra vez será. Tranquila, no eres egoísta, que a mí también me encanta leer tus comentarios JAJAJA. Pues a mí el examen de literatura me fue bastante bien, por lo menos en comparación con el de matemáticas que he tenido hoy >.< (Y eso que cogí las A, eh...)

      Muchos beeesos ^_^

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    2. Yo también hice matemáticas A en cuarto jajaja En bachiller ya no hago XDXD

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  2. ¡Hoola! Cada vez que lo leo, me hago más fan de este relato... Por cierto, ¡enhorrrabuena por ganar el concurso de Las vigilantes de sueños! A ver cuando puedo leer ese relato :3 A mí se me olvidó enviarlo xD
    Besos

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    1. Huy, no sabía que eras fan de este relato. Todavía recuerdo el comentario de potterfics, era un poco confuso o.0. ¡Y gracias! xD. Si quieres leerlo está en potterfics JAJAJA. Me alegro un poquitín de que tú no lo enviaras, nos hubieses aplastado a todos literariamente.

      ¡Un beso!

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  3. Wow! Es fantástico!, me encantó como describiste el inicio y el fin de un Universo, escribes genial :) amo la frase de: "El Escritor nunca volvió a estar sólo" me sentí completamente identificada. Cómo es que no ganaste?? No puedo dejar de leerlo, de verdad! Abrazos

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    1. ¡Hola! Me alegro muchísimo de que te haya gustado tanto, eso es genial ^^ Pueeees supongo que no era lo que el jurado buscaba, pero bueno, otra vez será jajajaja.

      ¡Muchos besos!

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